El sonido repetitivo del móvil me ha sacado de mi estado místico.
─Paso a buscarte en quince minutos. Me imagino que ya estarás lista, ¿no? ─ha gritado Fifí con su voz de pito.
─Ay, Fifí, que no te vas a creer lo que me ha sucedido.
─¿Qué te ocurre?, ¿por qué tienes esa voz llorosa?
─Cuando vengas a casa te lo enseño.
A los cinco minutos Fifí destrozaba con sus tacones el parquet de mi salón y corría a buscarme al jardín.
─Ay, nena, no he podido correr más... ¡Qué intriga! ¿Qué te ha pasado?
─Mira mi huerto.
Fifí miró con morritos de asco la hierbabuena, el perejil, el orégano...
─¿Qué tengo que ver?
─Observa la belleza.
─¿Belleza? Para guapa ya estoy yo...
─La flor de calabacín, la armonía amarilla...
─Tú estás fatal.
─No, es uno de los días más felices de mi vida. Mi macetero-huerto está funcionando.
─Deberías pedir cita a mi psicólogo... Por cierto, hoy tienes el cutis divino. ¿Qué te has hecho?
─Es mi secreto, Fifí...
No hay comentarios:
Publicar un comentario