domingo, 7 de agosto de 2011

La bella flor del verano

Silencio, calma... Veranear en pleno mes de agosto en la capital tiene sus ventajas. Por un lado, me permite salir de casa vestida con cualquier trapillo y no tener que mirar de un lado a otro por si me topo con alguna vecina petarda que me obliga a sonreír y a contestar sus preguntas inquisidoras mientras me fulmina con su mirada de rayos-x de arriba abajo (¡uff, que cuando consigo huir noto que me ha absorbido la mitad de mi energía vital!). Por otro, me siento libre: Fifí, Maca y Gisela se han traslado a sus residencias estivales y no volverán hasta mediados de septiembre. 
Mi marido al final me llamó y me explicó que estaba en el Norte, en algún pueblo gallego del que no recuerdo el nombre, me suplicó que me fuera con él, que me echaba de menos... Sí, sí, amor ─le contesté─, sé que me echas de menos pero en estos momentos no puedo abandonar mi frente de batalla. Los caracoles se han hecho íntimos amigos de las hormigas y planean un ataque conjunto. En cuanto venza, iré contigo. 
Desde que le expliqué mi situación no me ha vuelto a llamar, creo que está un poco mosqueado aunque no entiendo muy bien sus motivos. 

La flor de mi gardenia

Pese a mis fracasos como "hortelana de iniciación" debo confesar que mis avances como jardinera van viento en popa: esta semana ha florecido la gardenia y esta mañana me ha despertado el hibiscus con su bella flor. Mis gritos de emoción han alertado a Franklin que no ha dudado en saltar el seto de separación y volar hasta mi terraza.
─Señora, ¿qué le ocurre?
─Ay, Franklin, mira qué flor tan bonita acaba de florecer...

La flor de mi hibiscus. ¡Qué belleza!

Franklin es el jardinero de casi todos los chalés de alrededor, un hombre callado de buen corazón que tiene que soportar los desprecios de muchos nuevos-ricos que piensan que por tener más dinero pueden humillar a las personas que están por debajo de ellos. Franklin huyó por cuestiones políticas de su país y se refugió en "la madre patria". Intentó que le convalidaran su título de arquitectura, pero la falta de papeles se lo imposibilitó. Su primer trabajo fue como guarda de seguridad en una finca. A veces, para que el tiempo no se le hiciera tan eterno, cuidaba el jardín de su "señor", un buen hombre que le regaló libros de jardinería y confió en él. Al cabo de un tiempo, el "señor" le ofreció el puesto de jardinero. Aprovechó la oportunidad que le brindó y el jardín de su "señor" fue admirado y deseado por el resto de los vecinos. Unos años más tarde su "señor" falleció repentinamente. Franklin, conocido como "Franklin Garden", no tuvo problemas para encontrar trabajo: todos los de la urbanización deseaban que él cuidara su jardín.
─Ay, señora, pero no grite así, que además de asustar a las flores le puede dar un paro cardíaco.
─Sí, Franklin, tienes razón, pero no he podido contener la emoción.
Nos conocimos hace tiempo junto al contenedor de basura. Le sorprendió que yo arrastrará un cubo lleno de hojas secas, tierra y ramas. No dudó en ayudarme. Intrigado me preguntó si me había quedado sin jardinero y me entregó su tarjeta de presentación.
Sonreí.
─Nunca he tenido jardinero. Me divierte y relaja cuidar de mis plantas, pero si algún día necesito a alguien, te llamaré.
Desde aquel encontronazo surgió una leve amistad "gardeniana" entre nosotros. De vez en cuando acudo a él para resolver mis dudas hortícolas y él se pasa alguna vez por casa para aconsejarme o me ayuda a instalar el riego automático.
─Venga, Franklin, siéntate y tómate un té conmigo, que después de saltar el seto debes estar destrozado.
─Muchas gracias, señora ─jamás he conseguido que me llame por mi nombre─. Me ha dado un susto de muerte. Por mi mente han pasado mil ideas: que habían entrado los ladrones, que se había caído con su escafandra al agua... Y como su marido me dijo que la cuidara...
─¿Mi marido? 
─Ay, no le diga nada, que creo que he metido la pata... Pero es que la quiere tanto... Y yo la admiro, es la mejor señora de la urbanización y la más simpática.
─Calla, Franklin, que me ruborizo y ven a ver mis flores, que aunque no puedan competir con las tuyas también son muy bonitas.

¿Verdad que la ciudad en agosto también tiene sus encantos?

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