viernes, 16 de diciembre de 2011

Una extraña pareja en París

Les belles gardenias

Somos una extraña pareja en París. La unión imposible del agua y el aceite. Fifí viste de Dior, calza unos peep toe y luce con elegancia su última adquisición, un bolso de Louis Vuitton. Mi imagen no tiene glamour: vaqueros, un jersey de lana enorme, mis amadas zapatillas de deporte y un pequeño bolso marca Nisu ("Ni su padre lo conoce") cruzado sobre mi pecho.
─Ay, nena, me ha dejado rota mi paseo por Fourbourg-Saint-Honoré. ─se queja Fifí mientras sopla levemente sobre el humeante café au lait de su taza─ ¡Qué locura de mañana! ¡No he parado de comprar! No sé por qué no has querido venir conmigo.
─Prefería pasear que ir de compras.
─Eres tan rara como mi segundo ex. Todo el día caminando sin rumbo fijo por las ciudades...
─Me he perdido por el mercado de las flores y los mercadillos de Navidad. ¡Me hubiera llevado todas las plantas para mi jardín!
─Querida, lo tuyo con las flores es un poco obsesivo. No sé cómo se me ocurrió invitar a la ciudad más glamurosa del mundo mundial a una hortelana.
─Sabes que me ha encantado tu súper regalo. Hacía tanto que no venía...
─Ya, ya, pero el año que viene en vez de pagarte un súper viaje te comparé un tractor.
Sonreí por nuestra extraña amistad, por ser tan distintas y, sobre todo, por su regalo: ¡cuatro días las dos solas en París!

¡Ay, que cajitas de bulbos!

 Los escaparates están plagados de motivos navideños

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