martes, 10 de enero de 2012

El brunch y el madroño

Mi madroño

En mi barrio la Navidad no termina hasta el siete de enero. Día en que Fifí celebra su copioso "brunch" para deleitar a todas sus amigas. Más que a comer la gente acude para presumir de los regalos que les han traído los Reyes Magos. Los últimos años he podido escaquearme alegando motivos varios, pero esta vez, después de su invitación a París tuve que acudir.
Nada más llegar con mis vaqueros y mi gran jersey supe que desentonaba. Todas sus amigas iban engalanadas con sus joyas, tacones, ropa de marca... Fifí al verme me fulminó con la mirada. Elevé mis hombros solicitando perdón.
─¡Pero cómo me iba a imaginar que a las doce de la mañana había que venir tan arreglada! ─Alegué en mi defensa.
Fifí arrugó sus morros siliconados.
─¡Chicas, mirad qué reloj de oro tan divino me han traído! ─gritó Maca.
─A mí, un BMW coupé y un Ipad2 ─exclamó una pelirroja con rizos alocados mientras se zampaba otro canapé de caviar.
─Y qué me decís de este abrigo de visón de Elena Benarroch...
Me quedé como siempre, ojiplática. Al cabo de un rato, alguien se percató de mi presencia.
─¿Y a ti qué te han regalado? 
Todas las miradas se centraron en mí. Sonreí al recordar mi gran regalo.
─¡Un precioso madroño! ─vociferé llena de emoción.
─Pues esa marca no me suena de nada... ─suspiró Rebeca.
Sin entender el poder de sincronización, vi como todas tecleaban en sus smartphones para saber qué fabricaba la marca "Madroño". ¿Bolsos, zapatos, joyas, pashminas? Además de mi mirada ojiplática, sentí como el párpado empezaba a abrise y cerrarse al estilo "Encarna, ¿dónde están las empanadillas?"
─Ay, nena, aquí pone que es un arbusto de hoja perenne... 
─¡Sí! ─grité─ Es una planta preciosa, característica de Madrid. Sus frutos son dulces, rojos... Muy bellos.
─¡Ay, claro, el oso y el madroño! ─creí entender a la pelirroja que de nuevo tenía un canapé en su mandíbula ─ Y además de esa tontería, ¿qué más te han regalado?
Antes de contestar, Fifí tocó desesperada una campanilla:
─¡Vamos, chicas, es hora de brindar por el fin de las Navidades! ─noté cómo su mirada me suplicaba que callará, que no le estropeará su "brunch" por un maldito arbolito... Y por una vez, callé y omití unas cuantas rimas del madroño.

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