miércoles, 23 de mayo de 2012

Una orquídea entre verduras

La orquídea preside una zona del salón

Las hojas de los calabacines se expanden sin control por el jardín; el perejil se ha convertido en un árbol que aspira a hacer cosquillas a las nubes; las lechugas despliegan sin pudor sus verdes encantos (¡me gusta tanto su gordura que aún no me atrevo a catarlas, a romper su redondez) y los pimientos de padrón avanzan con paso lento pero seguro.
En los semilleros, los tomates brotan sin parar, las zanahorias muestran cuatro pelos verdes y los pepinos se estiran como si quisieran alcanzar el Everest.
Tanta invasión verde empieza a asustarme y mi sentimentalismo me hace sufrir: ¿qué voy a hacer con tantas tomateras, matas de pepino y zanahorias?, ¿cómo sabré que la naranja zanahoria ha crecido lo suficiente si no la puedo ver?, ¿por qué en las caléndulas aún no ha asomado ningún capullo?...
El sonido del timbre asusta mis pensamientos. Me acerco con cautela hasta la puerta.
─¿Quién es?
─Buenos días, traigo un regalo para usted.
Abro y una orquídea blanca inunda mi vista. La tomo emocionada entre mis brazos, firmo el recibo de entrega, me despido con una enorme sonrisa, cierro la puerta y observo la belleza efímera y minimalista de la planta. Leo la nota que alberga el pequeño sobre que se balancea sobre el papel de seda que envuelve la orquídea y mi corazón palpita.

"El calabacín que me regalaste me recuerda cada día la grata velada que pasé en tu fiesta. 
Mil gracias por todo
Besos
Arturo"


Un agradecimiento que me encanta y por un momento me hace olvidar la invasión verde del jardín, mi estrés con los semilleros y mi preocupación por el crecimiento de las zanahorias.

Las tremendas hojas del calabacín




1 comentario:

  1. Si ves que tu huerto te sigue inundando la casa, haz sitio: echa a tu santo y a los niños y pon semilleros y macetas por las habitaciones, jajaja.
    Bs.

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